Comentario
Fue durante la etapa de restauración sumeria, en parte coincidiendo con la dominación de los qutu, y sobre todo tras su expulsión, cuando la arquitectura monumental llegó en Sumer y Akkad a su máxima expresión, con dos realizaciones fundamentales: la ziqqurratu, o torre escalonada, que alcanzaría por fin su más acabado modelo, y el templo de cella ancha, probablemente de influencia acadia, y que subsistiría hasta finales del I milenio.
La estructura de las torres escalonadas, que en adelante ya sería uniforme, consistía en un grueso núcleo macizo, de adobes (con capas de cañizo para su mejor fragua), recubierto con ladrillos, de planta cuadrada o rectangular, y con paredes ligeramente en talud. Sobre este núcleo macizo se elevaban sucesivas terrazas, por lo común en número impar, cada vez de menor superficie y altura, comunicadas entre sí por rampas o escaleras, también de ladrillo.
Ur-Nammu, el fundador de la III Dinastía de Ur, ordenó levantar diversas ziqqurratu (Ur, Uruk, Eridu, Larsa, Nippur): de todas ellas la mejor conservada es la de Ur (62,50 por 43 por 21,33 m), dedicada al dios Luna (Nannar o Sin) y denominada Etemenniguru (Casa cuya alta terraza inspira terror). Estaba estructurada en tres terrazas, accediéndose a la última por una escalera frontal, que era continuación de la escalera principal del primer piso, que se iniciaba exenta, lejos del cuerpo de la torre, y que se complementaba para su mayor majestuosidad con otros ramales laterales adosados a tal piso.
Mención especial debemos hacer de la ziqqurratu de Mari, levantada, probablemente en tiempos de Shulgi (2094-2047), sobre una antigua terraza del Dinástico Arcaico (llamada Macizo rojo) y un templo dedicado al dios Dagan. Construida totalmente con adobes, presentaba como novedad tres largos muros divisorios, algo distanciados entre sí, a modo de rampas de acceso -sin escaleras- hasta la última terraza.
Dado que este tipo de construcciones tenía entidad autónoma (por lo común se rodeaban de murallas que las separaban de los templos), se ha intentado ver si una nueva ideología religiosa habría producido en la etapa neosumeria tal tipo de edificios. Por lo que se sabe, parece ser que no hubo tal ideología, pues las excavaciones arqueológicas han detectado que las ziqqurratu se levantaron siempre sobre las antiguas terrazas de los templos sumerios. Eran, pues, construcciones que continuaban la tradición religiosa de los tiempos anteriores.
También se ha elucubrado mucho sobre su funcionalidad. En este aspecto las teorías son diversas, siendo la más plausible aquella que sostiene que se trataría de un lugar destinado a proteger de las inundaciones a la divinidad, o bien la de ser un altar escalonado, al cual se subía para la presentación de ofrendas a los dioses. Una explicación más sencilla, aunque de contenido esotérico, sería la que ve en las torres escalonadas la idea de montaña sagrada, esto es, el lugar habitual donde se manifestaba lo sobrehumano o, si se quiere, el escenario de la comunicación entre la divinidad y los hombres.
Otro extremo discutidísimo es el de si las ziqqurratu contaron o no con templos en su última terraza. Algunos textos clásicos (Heródoto al hablar de Babilonia, por ejemplo) permiten presumirlo, pero no hay constatación arqueológica de que fuese así.
Por otro lado, respecto a los templos neosumerios, se sabe que su planta se diseñó de acuerdo con dos estancias principales: una cella principal, ancha, y con una pequeña capilla auxiliar, y otra estancia situada por delante (antecella) de parecidas dimensiones. Ambos ambientes, dispuestos de acuerdo con una estructura axial, mucho más pragmática, obedecían indudablemente a las nuevas exigencias religiosas (rápida recogida de las ofrendas de fieles y tributarios; mayor libertad de acceso para la oración directa ante la divinidad, etc.)
Es también la ciudad de Ur la que mejor nos puede ilustrar sobre el estudio de los templos de esta época, cuyo paradigma se centra en su gran recinto sagrado, en el cual -y adosado al sudeste de la ziqqurratu- se halla la más antigua y grandiosa estructura del tipo de templo de dos estancias, dedicado en su día a la diosa Ningal, esposa de Sin. Dicho templo, ubicado en el interior del denominado Giparku, santuario muy complejo rodeado por una gruesa muralla, comprendía además de las dos cámaras -cella y antecella-, otra serie de estancias secundarias.
Otro templo de similares características fue levantado más tarde por Amar-Sin (2046-2038), al sur de la misma ciudad, dedicado al dios Enki, con su cella precedida de la antecella al fondo de un patio. El mismo tipo de estructura se advierte en el templo donde se tributó culto al rey Shu-Sin (2037-2029), divinizado en vida, levantado en Eshnunna por el gobernador Ituria.
Algunos especialistas han querido ver un tercer tipo de arquitectura religiosa en los llamados templos con cocina sagrada. En Nippur, por ejemplo, se halló un largo templo de planta rectangular, el Ekur (Casa montaña), dedicado a Enlil, situado al nordeste de la ziqqurratu de tal ciudad, con una cocina sagrada, en donde se preparaban las ofrendas alimentarias. Su singular planta presenta un portal principal, que estuvo decorado con rampas y nichos; a sus lados existían dos cellae con dos estancias comunicadas entre sí, provistas de hogares circulares de grandes dimensiones.
Se argumenta que un templo análogo a éste hubo de existir en el Eanna de Uruk, correspondiente a esta época histórica; sin embargo, no ha sido aún encontrado.
De la ciudad-Estado de Lagash, que conoció un gran florecimiento material y cultural durante la dominación qutu, debido sobre todo a su principal gobernador, Gudea, que actuó como verdadero príncipe independiente, apenas nos han llegado restos de edificios religiosos, a pesar del grandísimo número de ellos que, según la documentación, se levantaron en las distintas ciudades dependientes de Lagash.
De todos sus templos merece ser citado el Eninnu (Casa cincuenta), dedicado al dios Ningirsu, construido en Girsu, el centro sagrado y administrativo del Estado. Conocido el templo ya en época del Dinástico Arcaico, sería con Ur-Baba (2155-2142) cuando recibiría una amplia remodelación, para ser reformado y ampliado considerablemente por su yerno y sucesor Gudea, quien lo hizo -según sus textos- parejo en esplendor al Ekur, el templo de Enlil.
Sin embargo, a pesar de las numerosas referencias que se poseen del Eninnu, es muy poco lo que se puede decir de él, tanto de su arquitectura (dimensiones, estancias, capillas, patios) como de su valoración artística: decoración, mobiliario, utillaje, estilo. Incluso, los arqueólogos de comienzos de siglo, cuando lo excavaron, cuestionaron su ubicación, decantándose al final por situarlo en el Tell A de Telloh (Girsu), en base a la gran cantidad de ladrillos allí aparecidos con el sello de Gudea y otros objetos de arte, estatuas sobre todo.
Por lo que respecta a Mari, controlada por gobernadores dependientes de Ur durante la etapa neosumeria, el antiguo Templo de Ninkhursag conoció una ampliación, al dotársele de un airoso pórtico sostenido por dos columnas, obra llevada a cabo por Niwar-Mer. Sin embargo, fue Ishtup-ilum, hijo de Ishme-Dagan, quien llevó a cabo la construcción de un templo de nueva planta, el Templo de los leones, que levantó sobre un zócalo de adobes y adosó al sur de la imponente ziqqurratu mariota. Tal templo, dedicado al dios Dagan (que no debemos confundir con el que había quedado enterrado en la torre escalonada), ornamentado con diversos leones de bronce, era de modestas proporciones (15,40 por 9,20 m) y poseía un santuario oblongo con cuatro altares en forma de lechos, destinados, probablemente, a las incubationes de los sacerdotes o al rito hierogámico.